miércoles, 12 de octubre de 2011

RUTA DEL FAEDO DE CIÑERA


INICIO / FIN
DISTANCIA
TIEMPO
DESNIVEL
DIFICULTAD
Ciñera (León)
5 km. (ida y vuelta)
2 horas
130 m.
baja

Esta ruta comienza en la localidad de Ciñera de Gordón (León), situada en vertiente sur de la Cordillera Cantábrica, en el curso alto del Bernesga. Llegamos a Ciñera a través de la N-630. Una vez atravesado el pueblo y su plaza, nos dirigimos por el Paseo del Faedo hacia el cementerio, donde comienza un camino de tierra prácticamente llano que nos lleva en dirección Este a una “boca mina” situada a la derecha del camino. Se trata de una antigua entrada a una mina de carbón hoy abandonada, que se ha acondicionado como museo donde se muestran herramientas que los mineros empleaban en las galerías.  La minería tuvo gran importancia en la comarca de Gordón desde mediados del siglo XIX, aunque hoy está en decadencia.

Más adelante, llegamos hasta una casa abandonada. El camino desciende ligeramente hacia la izquierda y nos encontramos con un puente de piedra de un solo arco sobre el Arroyo Villar. El sendero se vuelve más rocoso e irregular. Una vez superado el puente de piedra, aparece a nuestra derecha una explanada acondicionada como área recreativa con bancos y mesas de merendero, a la que se accede cruzando el arroyo por pequeños puentes de madera. Podemos disfrutar de las vistas de las laderas de las montañas que forman el valle.

Montañas cerca del Faedo de Ciñera
Siguiendo el sendero, llegamos en poco tiempo al Faedo (Hayedo), señalizado mediante carteles informativos que narran leyendas de brujas y hadas. Atravesando un prado y más adelante, a través de otro puente de madera, nos internamos en el bosque de hayas guiados por el sendero.

El Faedo de Ciñera es un bosque donde predominan las hayas centenarias de hasta 30 metros de altura. Tiene un estado de conservación excelente aunque es muy frágil. En primavera y otoño este frondoso y enigmático hayedo adquiere su mayor belleza y colorido. El Faedo fue declarado en 2007 el "Bosque mejor cuidado de España", por el Ministerio de Medio Ambiente y la O.N.G "Bosques sin fronteras".

Hayedo de Ciñera

En el corazón del bosque, atravesado por el Arroyo del Villar, descubrimos una de las hayas más antiguas, denominada “Fagus”, con una edad estimada de 500 años y más de 6 metros de perímetro en la base. Fagus está catalogada como uno de “los 100 árboles más singulares de España”.

"Fagus", un haya de 500 años
Al final del hayedo, la frondosidad de la vegetación deja paso al roquedal y llegamos hasta otro puente. Después de cruzarlo, la ruta se complica, siendo necesario apoyarse para avanzar entre las rocas. Se trata de las Hoces del Villar, un estrecho desfiladero que comunicaba Ciñera con el pueblo de Villar del Puerto, utilizado antiguamente por los mineros para bajar a las minas de Ciñera de Gordón. En este punto antiguamente existía un puente de palos que ayudaba a salvar este desfiladero, donde varios mineros perdieron la vida víctimas de los aludes. Avanzamos a través de la garganta que forma el Arroyo Villar mediante una pasarela de madera y acero enclavada en la roca que sustituyó en 2005 al viejo puente de palos y hoy permite salvar el paso del cañón y disfrutar de sus vistas.

Pasarela sobre las Hoces del arroyo Villar
La pasarela desemboca en una sucesión de torrentes de agua y cascadas que forman pozas o piscinas naturales denominadas “Marmitas de Gigante”, originadas por la caída del agua sobre la roca y la disolución química del lecho de caliza. Aquí termina la ruta del Faedo de Ciñera, aunque existe la posibilidad de prolongarla hasta llegar hasta las poblaciones de Villar del Puerto y La Vid de Gordón, con una distancia total de 11 kilómetros.

Marmitas de Gigante
Marmitas de Gigante
El Hayedo de Ciñera es origen de leyendas como la de la Bruja Haeda, que relatamos a continuación:
"Cuentan que hace muchos años, antes de que hubiera casas en el valle, cuando los hombres vivían al aire libre y los inviernos eran largos y crudos, vivía en el Faedo una bruja llamada Haeda. Tenía poderes sobrenaturales otorgados por el demonio, quien la advirtió: "Debes usarlos para hacer el mal, pues si con ellos haces el bien te consumirás y en tres días desaparecerás". La bruja Haeda se frotó las manos y se preparó para hacer todo el mal que pudiera". 
"Entre los pueblos de La Vid y Santa Lucía vivía una familia. La madre se llamaba María, el padre Miguel y tenían nueve hijos pequeños. En el verano sembraban patatas, fréjoles y lechugas, pues se daban muy bien y con ellos alimentaban a sus hijos. Pero cuando llegaba el invierno, las cosas se ponían muy difíciles y como no tenían donde refugiarse por la noche subían hasta la cueva de los Infantes y allí se guarecían de la nieve y de las heladas. Pero un día nevó y nevó, el viento soplaba la ladera de la montaña que estaba helada y por más que María y Miguel empujaban a sus hijos hacia arriba no conseguían llegar a la cueva. Los niños resbalaban y volvían a caer". 
"Haeda estaba sentada en Berciegos, bien es sabido que las brujas no tienen frío, y sintió un escozor en el pecho al ver a aquellos padres que no podían resguardar a sus hijos del frío. Usando sus poderes arrancó un montón de piedras de las montañas y les prendió fuego, se pusieron rojas y chispeantes dando un calor agradable, pero lo más milagroso es que duraron encendidas toda la noche. María y Miguel acostaron a sus hijos alrededor y durmieron toda la noche. A la mañana siguiente había un montón de cenizas. Ellos no se explicaban lo que había pasado. Aquel día siguió nevando, en el puerto había niebla y el frío era insoportable. Haeda pensó que aunque les ayudara otro día aún le quedarían poderes. Así que volvió a arrancar piedras de las montañas y les prendió fuego haciendo una gran hoguera. Pasaron la noche calientes. Por la mañana vieron mucha, mucha ceniza que guardaba las brasas en sus entrañas, metieron patatas para que se asaran y los niños las comieron tiernecitas".
"Haeda se miró en el arroyo y se vio envejecida y cansada. Estaba agotada pero dispuesta a ayudarles un día más aún a costa de su vida, pero pensó que no sería suficiente. El invierno en estas tierras es largo y no podrían resistirlo. Meditó la bruja buena, y juntando todas las fuerzas que le quedaban hizo que todas las montañas del valle se llenaran de piedras que prendieran y dieran calor. Vinieron muchas familias y fundaron un pueblo sobre las cenizas y le llamaron Ciñera. Desde entonces ningún niño pasó frío por las noches. Haeda así lo quiso. Dicen que Haeda se fue a morir al Faedo y que dejó mechones de pelo blanco entre las hayas..."

Hayedo de Ciñera



RUTA DE LOS CALDERONES Y ASCENSIÓN AL PICO AMARGONES



INICIO / FIN
DISTANCIA
TIEMPO
DESNIVEL
DIFICULTAD
Piedrasecha (León)
17 km. (ida y vuelta)
6 horas
800 m.
media

La ruta comienza en la localidad de Piedrasecha (León), en la comarca de Luna. Atravesamos el pueblo dejando el castillo a la izquierda, y llegamos al Mesón El Manadero. 

Castillo de Piedrasecha
A partir de ese punto seguimos un sendero paralelo al cauce del Arroyo de los Calderones, que lleva hacia el desfiladero. Al cabo de unos 2 km, llegamos a la fuente de “El Manadero”, donde comienza el Desfiladero de los Calderones. 

Arroyo de los Calderones cerca del Manadero
Cerca del Manadero, el sendero se abre dejando ver la entrada al desfiladero, entre paredes verticales. Nos encontramos con caballos salvajes, que pastan libremente. 


Caballos cerca de la Ermita rupestre
Antes de adentrarnos en el cañón, ascendemos a la derecha por unas escaleras enclavadas en la roca, que nos llevan a la Cueva de las Palomas, donde encontramos una pequeña ermita rupestre dedicada a la Virgen del Manadero, de gran devoción en la comarca. El último domingo de Julio se celebra su romería.


Subida a la Cueva de las Palomas 

El cañón de los Calderones desde el interior de la cueva
Una vez visitada la cueva, descendemos la escalera y nos internamos en el Desfiladero de los Calderones, catalogado como Punto de Interés Geológico con el número PIG 35 en el atlas del Medio Natural de la Provincia de León. 


Entrada al Desfiladero de los Calderones
A partir de ese punto, el arroyo deja de fluir en superficie, ya que discurre de forma subterránea. Este fenómeno es característico de los terrenos de naturaleza caliza. Su lecho está seco, a excepción de los meses de deshielo o abundantes lluvias cuando el cañón se inunda de agua y resulta imposible atravesarlo. La ruta se vuelve pedregosa y avanzamos con precaución entre los cantos rodados y el posible desprendimiento de piedras desde las verticales paredes laterales, que en algunos casos casi llegan a tocarse. Cuentan los pastores de la zona que en una ocasión una corza perseguida por los perros saltó de un lado a otro del desfiladero. 


Desfiladero de los Calderones
El paisaje es espectacular, y podemos observar anticlinales y sinclinales que dan curiosas formas a las rocas. El camino progresa sobre el antiguo lecho del arroyo, entre cantos rodados y marmitas de gigante. En algunos lugares del cañón los lugareños han instalado los llamados “Belenes de Cumbres”.

Aunque el paisaje rocoso pueda parecer hostil para la vida, el desfiladero posee un microclima más seco que el de su entorno, originado por el efecto desecante del viento, que se acelera en las gargantas. Así, podemos ver entre las paredes verticales aves como el Treparriscos o mariposas de montaña como la Apolo.


Paredes verticales en el Desfiladero de los Calderones
El aspecto de los Calderones es el resultado de la acción combinada sobre la caliza, de la fuerza mecánica del agua y de la disolución kárstica. El arroyo de Los Calderones ha ido esculpiendo el desfiladero gracias a la enorme energía que desplegó en época de crecidas, que fueron excavando durante miles de años el valle. Asociado a la acción erosiva del arroyo se manifiesta el karst o disolución de la caliza, potenciando la formación de numerosas simas, cuevas y galerías subterráneas que permiten la filtración del agua y su circulación bajo la superficie. 

Las calizas tienen su origen en sedimentos depositados desde hace 360 millones de años, en un antiguo mar que cubría toda la zona. Los diferentes estratos se depositaron horizontales, pero hoy los vemos con distintas inclinaciones e incluso verticales. Estas formaciones fueron plegándose y replegándose, se elevaron, sufrieron fallas y fracturas y se erosionaron por la acción de distintos agentes externos, hasta presentar su aspecto actual. El fuerte repliegue de los estratos en Los Calderones, indica que el desfiladero atraviesa el núcleo núcleo de un gran pliegue geológico, solo visible desde el aire, conocido como el sinclinal del Alba.

Más adelante, el desfiladero se hace menos angosto y llegamos a una cancilla de hierro que separa los terrenos de Piedrasecha de una finca particular. A partir de ese punto, el arroyo vuelve a discurrir en superficie, acompañado de la vegetación de ribera, formando hermosos saltos de agua que se suceden mientras avanzamos. 


Cascada en el Arroyo de los Calderones

Saltos de agua

Paisaje cerca de Santas Martas
Un poco más adelante se abre el valle en una amplia vega, y salimos por fin del desfiladero. En este lugar, de frente, vemos una antigua cabaña y un redil de piedra, único resto del desaparecido pueblo de Santas Martas, hoy tan sólo una vega de pastos de verano para el ganado. Hasta este punto hemos ascendido unos 260 metros. Antiguamente hubo en este paraje un pueblo con una abadía, a cuya ermita parecen corresponder los restos que aún hoy quedan en pie. 


Ruinas del poblado de Santas Martas
Cuenta la tradición que el pueblo entero murió tras comer la caridad dominguera a causa de una “vacaloria o vaquiruela” (nombre que se da en la zona a las salamandras), que contaminó la masa del pan que se repartía en la misa. La noche anterior, una de las vecinas fue a por agua al arroyo, alumbrada apenas con la luz del candil; al coger el agua, cogió sin darse cuenta la vacaloria  y, al amasar el pan, lo envenenó. Tan solo se salvó una vieja que, postrada en cama no pudo asistir a misa, siendo la heredera de todos los bienes y terrenos del pueblo. El acceso al antiguo pueblo de Santas Martas siempre se realizó por el Collado del Fito, desde Santiago de las Villas o desde los Barrios de Gordón. El paso por Los Calderones no se acondicionó hasta mediados del siglo XX, mediante una especie de calzada que permitía el tránsito de camionetas para una explotación de madera. Hace años hubo una gran tormenta y se originó una riada que destruyó la calzada.

A partir de Santas Martas, la ruta gira hacia el oeste y se dirige ascendiendo poco a poco hacia el Collado del Fito, desde donde atacaremos la cumbre del pico Amargones. 


Ascension al pico Amargones
Seguimos el valle del Arroyo de Pernaliega, cuyo cauce dejamos a la derecha, avanzando por una pista forestal en ascenso, que en unos 4 km nos lleva al Collado del Fito. Hasta aquí el desnivel acumulado es de unos 520 metros. El paisaje es completamente diferente y, al ir ganando altura, las vistas se hacen muy hermosas. 


El Collado del Fito. Vistas hacia la comarca de Gordón
Desde aquí, seguimos una pista en dirección noroeste que nos lleva a lo alto de una collada donde hay una cancilla para que no pase el ganado. En frente podemos disfrutar de las vistas del hermoso valle de montaña donde suele haber ganado vacuno pastando, según la época del año. Después de pasar la cancilla, giramos a la derecha y ascendemos paralelamente a la alambrada. El último tramo de ascensión lo realizamos dejando la alambrada y girando bruscamente hacia el norte, avanzando a través de una zona de pedreras bastante inestables, que nos lleva definitivamente hacia la cumbre del Pico Amargones, de 1.897 metros de altitud., desde donde contemplamos magníficas vistas. Esta cumbre fue escenario de contiendas en la Guerra Civil Española, y aún quedan parapetos y vestigios utilizados por la resistencia que se refugiaba en las montañas de la zona. Desde el vértice geodésico contemplamos una magnífica vista de la zona occidental de la cordillera Cantábrica y, hacia el sur, de los páramos leoneses. En los días más claros, se adivina en el horizonte la ciudad de León. En primer plano, vemos la comarca de Gordón y las montañas cercanas (las Tres Marías, el Fontún, el Cerro Pedroso, el Polvoredo, Cueto de San Mateo, Fontañán, etc.), y a lo lejos, destacan las cumbres de Peñacorada y del Espiguete. En otoño es frecuente encontrar abundantes arándanos en la ladera norte de la cumbre. 


Vista norte desde el pico Amargones

Vista sur hacia la meseta desde la cumbre del Pico Amargones

Vista hacia el este desde la cumbre del pico Amargones
Para regresar, sólo queda desandar el camino hasta Piedrasecha. 

Arquitectura tradicional en Piedrasecha